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jueves, 21 de agosto de 2008

Mar de lágrimas






Barco a la deriva llegaste a mi puerto
te aferraste al muelle por no naufragar
dejaste tu carga y marchaste presto
Sin pensar siquiera un día regresar.

Tu carga fecunda contenía semillas
que han germinado muy dentro de mí
Generando vida junto con el sueño
De que un día decidas regresar a aquí.

Las olas siguieron besando la arena
El sol día a día se volvió a esconder
Sumiendo en la noche a mis esperanzas
De que un día a mi muelle puedas tu volver.

Hasta la semilla que dejaste un día
Con tanta tristeza no quiso nacer
Se fue con las olas que bañan la playa
Sabiendo que nunca lo podrías querer.

Y me quedé sola ya sin esperanzas
De que acabe un día esta soledad
Siento que mi vida de a poco se acaba
Mientras por mis ojos se me escapa el mar.






Harapos



Cada día me pregunto ¿por qué vivo?
Y me vuelvo a preguntar ¿qué hago yo aquí?
Medio siglo y no puedo saber por qué esta vida
Y la muerte que no quiere venir.

No he logrado ni una sola de mis metas
El amor ni siquiera conocí
Ha pasado fugazmente por mi vera
Y su luz he creído percibir.

Más no han sido nada más que fuegos fatuos
Que encandilan y te engañan con su luz
Vil tramoya de la vida y mi destino
Que me pintan el futuro de color

Y que luego borran todo de un plumazo
Y me dejan nuevamente en el dolor
En mi vida llena de tonos grises
Cual harapos que han perdido su color.

Harapos que vistieran un cadáver
El cadáver de mi vida sin amor.



(2007)

Espejismo



Espejismo sin sol y sin desierto
Ilusión traicionera de las ansias
De estas ganas de amar que me han llevado
A creer que te amaba en la distancia.

Espejismo sin sol en el desierto
De esta vida que triste se dilata
Sed de amar hambre pura de ternura
Ilusión de poder calmar las ansias.

Mas mi vida no acepta tal destino
Es un páramo cruel sin esperanzas
ya no cabe el amor en mi camino
Es el triste castigo de mis karmas.

Ilusiones que mueren mías y tuyas
Ilusiones que apenas germinaban
El atisbo de rocío que las mojó
Se secó sin llegar a concretarlas.

Y me duele saber que ya no vuelvan
Porque entonces pierdo toda mi esperanza
De que un día el amor toque mi puerta
Y que cambien de pronto mis mañanas.

Y me vuelvo al desierto seco y frío
Y me envuelve soledad ya con su manto
Vieja amiga que me regaló el destino
Eterna compañera de fracasos.

(2007)
 
 

miércoles, 20 de agosto de 2008

De amistades y soledades.


Los primeros 20 años

Qué posición sacrificada ocupamos las mujeres en esta vida y en esta época en que nos toca vivir! No solamente debemos parir a nuestros hijos, educarlos y alimentarlos, ocuparnos de amar y cuidar a nuestros maridos, mantenernos hermosas y jóvenes para ellos, porque a ellos les crece el abdomen, pierden el pelo, tienen problemas de próstata, pero mantienen de por vida el complejo de caballito de mar, (se creen potros a pesar de que sean pescados), pero en cuanto engrosamos un poquito nuestra figura, ya nos miran con cara de lástima, que es peor aún que si nos trataran de gordas, y cuando no, nos cambian por otra más joven y delgada. Como si esto fuera poco, debemos ocuparnos de la casa, que aún teniendo ayuda de personal doméstico es una gran responsabilidad, y trabajar también fuera para colaborar con nuestros maridos en los gastos del hogar. En fin, que quizá sea nuestra culpa el consentir estas conductas machistas, pero como decía un amigo chileno: “y . . . es lo que hay”.
Esta es la historia de dos mujeres solitarias, cada una por una causa diferente, opuesta totalmente, pero solitarias al fin. Una vive junto al Golfo de México, en el país del mismo nombre, la otra junto al Océano Atlántico, frente al Cabo Santa María, en Uruguay, sus nombres: Patricia y Esther.
Patricia formó su familia con el amor de su vida, se casó muy enamorada de su marido y él también, es decir, él también se casó muy enamorado pero no precisamente de Patricia. Tuvieron tres hijos, una hermosa casa, un negocio, una buena vida en todos los aspectos, menos matrimonial. Al poco tiempo de casados él comenzó a frecuentar otras mujeres y a tratar mal a la que le había dedicado su vida y todo su amor. Ella soportó todas las humillaciones, todos los desplantes de su marido, incluido el hecho de hacerla abandonar su profesión, para dedicarse únicamente a su hogar, manteniendo su amor incondicional hacia él y la esperanza de que un día él tomara conciencia del daño que le causaba. Así crió a sus tres hijos, entre el dolor y las lágrimas, desahogando ese dolor en el papel, en el que volcaba sus tristes poesías de soledad y desamor.
Así vivió casi veinte años de su vida, acompañada tan solo de sus hijos y su poesía, pero en soledad, en la absoluta carencia de amor, que es la peor de las soledades.
Esther había decidido cuando tenía dieciocho años que si al llegar a los veinticinco no había encontrado aún el amor, buscaría un hombre cualquiera y tendría un hijo, su búsqueda no era de un esposo o compañero, sino la maternidad. Y así fue, llegados los veinticinco años, al ver que ni se enamoraba, ni había candidatos para el matrimonio a la vista, y ella seguía sin esperanzas, el verano siguiente se fue a la playa y encontró el hombre que ella creyó era el indicado. Su decisión de tener un hijo sola duró poco, porque una vez embarazada, se asustó mucho de su elección y aceptó casarse con el padre de su hijo. Él era un hombre bastante mayor que ella, con un nivel cultural menor, que no valoró para nada el hecho de haber sido el primero, que la trató con muy poca delicadeza, en fin, una unión que solamente le dejó dos hijas y algunos momentos de placer, pocos. Ella trató de salvar esa relación, no por amor, por no estar sola, pero al muy poco tiempo se fue y su marido salió de su vida y de la de sus hijas como llegó, sin tener ninguna importancia, siendo simplemente una especie de donante que le permitió cumplir su sueño, porque él ni siquiera padre siguió siendo, ya que al divorciarse de ella, lo hizo también de sus hijas.
Esther entonces se dedicó en cuerpo y alma a su vocación. Dividía su tiempo entre su trabajo, que le llevaba casi todo el día y sus hijas, para las que tuvo que ser padre y madre. Así durante veinticuatro años, hasta que sus hijas encontraron su ubicación en la vida, una como profesional y la otra como esposa y madre. Durante esos veinticuatro años de soledad, porque una vida sin amor, es una vida en soledad, ella también, como Patricia desahogó sus ansias en su poesía, poesía triste de una mujer que no conoció el amor.

Y FINALMENTE. . . EL AMOR

Patricia finalmente se decidió a publicar su poesía. Ya no escribía, hacía tiempo que hasta para eso estaba muerta, así se sentía al ver que su marido no solamente no la quería, y se lo hacía notar a diario, sino que ni siquiera la deseaba como mujer. Una mujer muerta, muertas sus ilusiones, muerta su decisión, muertas sus musas, muerto su amor. Ni siquiera era capaz de hilvanar sus versos tristes.
Pero un día, su poesía, cansada de su abandono, la llevó a una reunión de poetas y le regaló un amor. Un amor que le hizo sentir que era mujer, que podía amar y ser correspondida, que valía la pena estar viva y gozar la vida de otra manera, de a dos, en compañía, en armonía, Ella no quería perder ese amor, pero tampoco quería perder su otra vida, la de su hogar, junto a su marido, que ya no era su amante, pero se había convertido en su amigo, y junto a sus hijos, que crecieron sin saber que entre sus padres ocurrían cosas tan tremendas. Era muy difícil para ella elegir a su amor, porque para ello debería romper la armonía de muchas vidas, y también porque en el fondo, muy en el fondo, no estaba muy segura de su nuevo amor.
Esther nunca tuvo tiempo para ella en los más de veinte años en que se dedicó a su maternidad, las amigas se fueron poco a poco, cansadas de que ella no tuviera jamás tiempo para dedicarles, y los amores. . . para los amores no hubo ni tiempo ni espacio, solamente en sus sueños y en sus poesías se permitía soñar con amores, que siempre tenían las caras de sus amistades del trabajo, las que jamás se enteraban por supuesto de que eran parte de ese universo ideal creado por su imaginación.
Y fue así que la poesía también le regaló el amor. Se lo trajo en forma de poeta español, maduro, experto en las lides del amor, tierno, apasionado, caballero; pero ella no supo cómo reaccionar ante esa situación en la que nunca se había visto. Y él no quiso perder el tiempo, se sintió enamorado de su poesía, y luego de su personalidad, solamente le faltaba conocerla personalmente, entonces le propuso encontrarse en un término de cuatro meses. Y ella no supo cómo reaccionar. Estaba acostumbrada a ser el brazo fuerte de la casa, de la familia, ella no podía permitirse flaquezas, no se permitía debilidades, y esta situación nueva de enamorarse era una especie de debilidad, porque la haría perder su libertad, porque debería compartir con otra persona sus decisiones y su vida misma, y porque finalmente y ante todo, la hacía vulnerable, rompía esa coraza en la que se encerró tantos años apartándose de los hombres. Y lo espantó, en el sentido más absoluto de la palabra, lo trató mal cada vez que él la trató con ternura, aunque luego se arrepintiera y se odiara a sí misma, destruyó, mató, cada una de sus ilusiones, sin piedad por él y por ella que también sufría a la par de él. Sería quizá que él no era el verdadero amor, fue un simple deslumbramiento luego de tantos años de soledad, pero la coraza quedó resquebrajada, quizá cuando encuentre el verdadero amor, le sea más fácil aceptarlo.

El último recurso de la poesía

Patricia y Esther publicaban su poesía en la misma página de internet, no se conocían, pero ambas gustaban de sus respectivos estilos de escribir, ambos tristes y melancólicos, poesías de mujeres solitarias. La poesía estaba agotando sus fuerzas tratando de acomodar sus vidas a la felicidad, y nunca dos humanas le habían dado tanto trabajo para acercarlas al camino del amor como ellas, por eso un día decidió acercarlas.
Hizo que Esther se conmoviera al leer un poema de Patricia, cosa que siempre ocurría, y le dejara su mail, y así logró que esas dos almas solitarias se unieran y se hermanaran en una amistad muy tierna, que a pesar de la distancia que las separaba y sus diferencias de edad, día a día se va haciendo más firme y con capacidad para durar en el tiempo y afianzarse cada día más en sus vidas.
Cada una ayuda a la otra en sus asuntos amorosos, aconsejándose, consolándose, apoyándose mutuamente, ambas en busca de la felicidad que se les fuera negada durante tanto tiempo y que seguramente encontrarán en el recodo menos pensado del camino, porque ambas se merecen ser felices durante el resto de sus vidas. Y esas mismas vidas las llevarán a encontrarse un día, cara a cara, para que puedan hablar de sus cosas, recordar sus tristezas pasadas y contarse sus secretos de amor y compartir la felicidad del resto de sus días, así como sus poesías que esta vez y para siempre hablarán de buenos momentos, de grandes amores y de días felices.
Mientras tanto, la poesía ya transcurre otros caminos, hermanando otras almas solitarias que la necesitan, uniendo amantes, haciendo florecer estas amistades que alimentan el alma y la fortalecen.





Romper las cadenas (para Patricia)


Te encontré yo un día entre las poesías
Perdida en tristezas, harta de dolor,
Y me llegó al alma cada letra tuya
Porque nos hermana la falta de amor.

Hoy que poco a poco te voy conociendo
Que sé que has amado siempre en soledad
Siento que no es justo que sigas sufriendo
La falta de amor ni un solo día más.

Por eso mi amiga quisiera ayudarte
Prestarte mis fuerzas y mi decisión
Cortar las cadenas que hoy atan tu vida
Y dejarte libre viviendo tu amor.

Yo sé que no es fácil cuando se ha vivido
A la sombra de alguien salir a la luz
Pues el sol nos ciega y nos quema el alma
Es mucho más fácil cargar con la cruz.

Pues con tanto tiempo de vivir cargándola
Se nos forman callos y no duele más
Nos acostumbramos a vivir penando
Y más le tememos a la soledad.

Pero este es tu tiempo, corta las cadenas
Extiende tus alas y ponte a volar
Alcanza la gloria, ama hasta que duela
Disfruta la vida y déjate amar

Que aún eres joven para disfrutarlo
Que bastante pena has sufrido ya
Y que no hay derecho que sigas penando
Por quien no te quiere, ni un solo día más.




febrero/2007






No está prohibido (para mi amiga Patricia)





Nada te impide que al abrir tus ojos
Te encandile el sol de su ventana
Nada te impide que el resto de tus días
Puedas amanecer entre sus sábanas.

Nada te impide ponerte a su vera
Y transitar así toda la vida
Que el amor compartido no es pecado
Es la felicidad amiga mía.

Nada te impide disfrutar amando
De tu dolor no culpes al destino
Que Dios lo dicta y como Dios es sabio
Fue Él quien lo puso en tu camino.

Nada te impide librarte de cadenas
De realizar tus sueños tan deseados
Deja ya de castigarte con condenas
Que no son solo tuyos los pecados.

Deja ya de prohibirte amiga mía
Y disfruta ese amor que es un regalo
Que Dios te otorga por el sacrificio
De dedicar tu vida y dar tu amor
A un infiel que jamás te ha valorado.
marzo/2007



Un cuento para Patricia


 

Ella abre sus ojos, el sol se cuela por entre los cortinados del dormitorio, y se da cuenta de que es un hermoso día primaveral. Es domingo, por lo tanto no tiene que trabajar, mira el reloj que tiene en la mesita de noche y ve que su rutina no se enteró de que es domingo, despertó a la hora exacta en que debe levantarse cada mañana para servir el desayuno a la familia y luego irse al trabajo.
Y bueno –se dice- ya que estamos, vamos a aprovechar el día, mientras se despereza sonriendo, pensando que sus gestos se parecen en mucho a los de su gatita cuando se estira sobre el sillón.
Se levanta rápidamente y corre hacia la ducha, pues no quiere arrepentirse de su madrugón, es un día hermoso y hay que aprovecharlo – piensa.
Mientras siente el agua tibia correr por su cuerpo piensa en que son dedos que la acarician, los dedos de él que se deslizan amorosamente sobre su piel desnuda, invadiendo todos sus rincones, como si quisiera dejar grabado en ellos sus formas. Cierra sus ojos e imagina que está ahí, con ella, desnudo y es tanto su deseo por tenerlo cerca, que tantea el aire a su alrededor esperando encontrarlo. Ella siempre lo tiene presente, pero a esta hora . . . tan temprano. . ., esto ya está tomando visos demasiado serios – se dice – voy a tener que tomar una determinación, no puedo vivir lejos de él.
Se envuelve en el toallón y se toma un momento para pensar en él. Él, ese maravilloso poeta, dulce y tímido que un día le declarara su amor, y que a partir de ese momento se transformó en su válvula de escape para su vida triste de esposa olvidada, para sus días grises y fríos de mujer sin amor. Él que le hizo descubrir el gozo de su sexualidad, que tenía guardado en el arcón de los recuerdos por falta de uso, que le hizo descubrir que podría despertar ternura, amor, que le permitió sentirse importante para alguien más que sus hijos, que la hizo descubrirse como mujer. Un escalofrío le recorre el cuerpo acentuándose en cierto rincón sensible de su anatomía, aumentando aún más su deseo de tenerlo a su lado.
La casa está silenciosa, solamente se oye a lo lejos el maullido de su gata que espera su ración y su leche como cada mañana. Y de pronto reacciona, ¿no había dicho que disfrutaría el hermoso día de sol?.
Rápidamente termina de secarse, se peina, un toque de rouge en sus labios, unas gotas de perfume, enfunda un joggin y una campera liviana, zapatillas y sin casi hacer ruido se dirige a la cocina, donde deja su porción de ración y leche a sus mascotas, y sale por esa misma puerta hacia el hermoso día de primavera, que se asombra al verla tan libre y tan feliz.
Recuerda que a su amado le gusta el campo, por lo que sube a su coche y pone proa a las afueras de la ciudad, mientras pone en la disquetera las canciones románticas que tanto le gustan. Está decidida a vivir un día especial, éste será el primer día del resto de su vida, no tiene dudas. Al pasar por un bar, llega y compra dos cafés con factura para llevar, y mientras tararea su canción preferida, llama a su amado para invitarlo a acompañarla al paseo.
Lógicamente, él no se niega, si es casi un sueño, cómo habría de negarse. Unos minutos y ya sale de la ciudad, acercándose al lugar de la cita. A medida que se acerca, lo ve. El pelo ensortijado, el contorno de sus ojos algo hinchados, un poco por haber pasado una mala noche extrañándola, un poco por la sorpresa de la invitación, y por entre la inflamación sus ojos, que parecen brasas encendidas, que brillan por la excitación, por la alegría y por ese amor tan inmenso que despierta en él esa mujer tan bella, ese cuerpo tan delgado, tan hermoso, pero por sobre todo esa sensibilidad hecha mujer que es ella.
Él muere por tenerla entre sus brazos, por hacerla olvidar el desamor y la tristeza, por borrar la huella de sus lágrimas que han hecho surcos de tanto correr por sus mejillas, él quiere hacerla feliz.
Por fin se encuentran. Ella baja del auto y cae en sus brazos, tierna, mimosa, entregada a ese amor contra el que ya no tiene fuerzas para luchar, y él la toma feliz de esa entrega, y besa sus cabellos, su frente, sus ojos, su nariz, para luego detenerse en su boca largamente, libando en esos labios que se le entregan llenos de amor.
Ambos abren sus bocas en un beso lleno de pasión, que hace que sus cuerpos tiemblen y se fundan aún más en el abrazo. El baja su boca por el cuello, se detiene en sus orejas, vuelve a su boca, mientras ella siente el cambio en el cuerpo masculino, y ya no tiene más voluntad, debe entregarse a su amor sin más dilaciones.
A su alrededor la primavera reverdece la hierba, hace brotar las flores, trinar los pájaros, zumbar las abejas buscando el néctar necesario para confeccionar su miel, una suave brisa sacude las hojas de los árboles haciendo que entonen una suave melodía que combina con el canto de los pájaros, pero ellos ni se enteran. Buscan un rincón escondido en medio de los arbustos de rosa laurel blanca, rosa y roja que crecen silvestres, y despojándose de sus vestiduras, dan rienda suelta a su amor, libres, sin complejos, sin barreras de ninguna especie, sólo ella, él y su amor.
Se amaron suavemente, tiernamente, tomándose su tiempo para disfrutar paso a paso del acto, sin apuros, sin culpas, sintiendo que eran Adan y Eva en el paraíso terrenal, que tenían la eternidad delante de ellos. Una y otra vez se amaron, hasta que quedaron exhaustos, cara al cielo y a las flores de rosa laurel que parecían sonreírles cómplices de su amor. Tratando de descubrirles formas a las nubes, reían y jugaban a pelearse y nuevamente comenzaban a besarse hasta que ya no les quedaban fuerzas para volver a realizar el acto de su amor.
Horas habían pasado desde el momento en que ella saliera en silencio de su casa, era hora de volver. Pero no le pesó la vuelta, porque esa cuota de felicidad y de amor que había recibido de él , le recargaban de energía para asumir sus responsabilidades diarias con mucho mejor ánimo. Ahora sabía que era posible disfrutar libremente de su amor, ya pensaba en otros escenarios donde citarse con él para gozar de la cuota de felicidad a la cual tenía derecho mientras lograba cortar definitivamente los lazos de su matrimonio con quien no la supo valorar a ella ni a su amor.




marzo/2007

Inspiración



La tarde, friolenta, con el manto de la noche se cubrió
para poder protegerse de la lluvia que una y otra vez la castigó
y es así que entre el sonido de la lluvia y el tic tac del reloj
en esta soledad de mi oficina brotó mi inspiración.

¿Qué es la inspiración? La voz del alma
que escucho cuando estoy en soledad
quizá porque es cobarde y no se anima
a gritarle a los otros su verdad.

Hoy mi alma se encuentra conmovida
quizás he conocido un gran amor
escondido en unos ojos que me miran
repletos de ternura y de pasión.

Brotó mi inspiración como una fuente
que mana a borbotones su caudal
el alma se me ha vuelto incontinente
repleta de ilusión y ansia de amar.

Entonces... no es por cobardía
el alma necesita una ilusión
si no la tiene siempre está dormida
y así no nos permite oír su voz.


(1986)



martes, 19 de agosto de 2008

Despertar


Deseo
que tocando tus labios los míos
en mi boca despiertes
sensaciones que estaban dormidas
cual si fuera la muerte.

Ansío
que posando tu boca en mi oído
me susurres palabras tan tiernas
que sacudan mi vientre.

Tu boca
solamente podría despertarme
de este largo letargo que tanto se parece a la muerte.
(1986)