Todo
termina, se cierran ciclos, y a veces duele, como hoy, especialmente hoy. Y aunque
mi fé, fortalecida con el transcurso de estos tiempos de crisis y la ayuda
espiritual de los amigos, me dice que algo mejor vendrá, que hay que seguir la
ruta del aprendizaje, cuesta aceptarlo.
Miro por la
ventana de mi oficina por donde he recibido luz cada mañana de estos últimos
cuatro meses, y descubro, recién, que el árbol que crece junto a la ventana
está desnudo. Vacío y gris como mi ánimo.
Es el mismo
árbol que me brindó sombra y frescura en las mañanas de verano, que dejó pasar
apenas la luz necesaria por entre sus verdes hojas, verdes como mi esperanza en
lograr un poco de estabilidad para mi vida, y que se han quedado amarillas y se
las ha llevado el viento que sopló muy fuerte ayer, junto con mis sueños.
El gorjeo de
los pájaros que se mezclaba con la música de Chopin que escucho cada mañana, ya
no se oye. Ellos, los pájaros, también han emigrado, como él.
Habrá que
seguir camino, hay que seguir aprendiendo, porque para eso estamos acá, no
queda otra.
El árbol de
mi ventana, la que ya no será mía, en unos meses volverá a cubrirse de verdes
hojas, los pájaros volverán a revolotear y hacer oír sus trinos entre sus ramas,
pero yo no estaré, y seguramente tampoco Chopin. Estará él, y me pregunto si lo
acompañará mi recuerdo… seguramente no. Se irá conmigo sin dejar huellas.
1 comentario:
El amor llega, cuando menos lo esperas,no lo busques,él te busca a ti. La soledad es la mejor compañía.
Tus versos son tristes, nostálgicos,
yo estoy contigo, yo soy tu soledad...Un beso.
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