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martes, 23 de octubre de 2012

REFLEXIONANDO SOBRE EL AMOR







Ayer leía una reflexión escrita por un amigo, en la cual explicaba lo que era para él el amor. Decía más o menos que el amor es salir juntos de casa, desayunar en un café, luego reunirse para almorzar, volver a casa compartiendo el paraguas, reír, hacer el amor, y dormir sintiendo el aliento del otro en el cuello. Pues para mí, aparte de lo de reír mucho, hacer el amor y dormir cucharita, es mucho más que eso.
Amar es despertarte cada día y agradecerle a Dios y al Universo el poder abrir los ojos junto al otro y despertarlo a besos. Es preparar los dos el desayuno y disfrutarlo juntos, en el ambiente cálido del hogar, en total intimidad, no en el ambiente impersonal de un café. Es mezclar el desayuno con besos y caricias, es arreglarle la corbata antes de salir, y sentirse orgullosa al verlo tan lindo y sentir que es un poco tuyo, y digo un poco, porque para mí no existe el amor posesivo.
Es cumplir cada uno con sus obligaciones y tratar de volver al nido, a ese hogar que los espera como un refugio que los aparta del resto del universo, donde son solamente él y ella, y nada alrededor. Es prepararle el almuerzo o la cena, con el ingrediente mágico que ningún restaurant posee: amor. Es saborearlo mirándose a los ojos, riendo y charlando de sus cosas.
Es sentarse luego juntos en la alfombra, libres, descontracturados, sin gente alrededor, a tomar una copa de vino o a saborear un postre, y mientras mimarse, mimarse mucho, como preámbulo para la noche, que en total intimidad, será más que hacer el amor, será la magia pura que logran dos seres que se aman. Y luego, agotados de tanta felicidad y tanto placer, dormir juntos, sintiendo el aliento del otro en el cuello, si, pero en perfecta comunión de cuerpos y de almas.
El amor no es rutina, porque la rutina cansa, y el amor que se mezcla con la rutina se termina pronto. Al amor hay que alimentarlo cada día con atenciones, con señales de que estás pendiente del otro, que lo recuerdas a cada instante, una notita, una flor, un llamado. No hace falta más nada para despertar nuestras más profundas emociones, pero sí esos signos de nuestro interés por el otro.
Me pareció tan impersonal esa manera de ver el amor, que creo que mi amigo nunca ha amado. Lo que él describe, es tener una pareja, si, una compañera de vida, divertida, amiga, pero para mí eso no es amor. Ellos seguramente compartían gustos y forma de vida, y se amoldaron uno al otro , fueron felices un tiempo, rieron, hicieron el amor, pero como toda relación no cimentada en el amor verdadero, se desmoronó.
Cuando amas, cuando realmente te enamoras del otro, es como decía alguien en un comentario, a pesar de tu aficción por la música clásica, bailas rock y hip hop, porque eso es lo que te hace el amor, te cambia todas las perspectivas, y no está mal. Quizá aceptar este cambio cueste, cuando estás acostumbrado a una vida tranquila y melancólica, escuchando clásicos y rodeado de libros, pero es muy bueno abrirse al verdadero amor, sin miedo a perder lo vivido hasta el momento, porque amar es compartir también eso, es intercambiar costumbres y aficciones, lograr el punto medio y encontrar ahí la felicidad. Dejar de remar contra la corriente buscando la ruta segura, dejarse fluír, que el mar de la felicidad te lleva sólo a puerto seguro.



 


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