Toda mi vida soñé con
imposibles, con amores imposibles, y no porque tuviera algún
impedimento para conquistar los posibles, sino como una coraza que
evitaba desviar mi atención del objetivo que me había trazado: la
maternidad.
Por eso mis rimas todas
hablan de amores o de desamores, cuando en la realidad nunca
existieron. Fueron simples divagues de mi imaginación, una manera de
canalizar mis ilusiones truncas y mi libido autocastrada.
Eso no fue problema, hasta
que, hoy en día, libre para enamorarme, perfectamente capaz de amar
y ser amada, sigo en la misma línea, soñando con amores imposibles
que ni siquiera se ajustan a mis sueños. Será el miedo de sufrir
penas de amor? O acaso es que no soy capaz de enamorarme?Chi lo sa?
Mientras tanto aquí sigo, encerrada en esta jaula de soledad y desamor a la que me autocondené, y en la que yo misma me encerré y tiré la llave. Espero como una adolescente trasnochada en los años, a ese príncipe que ya no es azul pues ha decolorado con el tiempo y apenas luce un desteñido gris celeste, para que, si aún conserva algo de visión, la encuentre y me libere de mi prisión absurda e inmerecida. Espero que su artritis no le impida inclinarse para buscar la llave entre las hojas amarillentas de los almanaques que como margaritas he deshojado en estos últimos treinta y cinco años de mi vida.
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